OPINION; El Caribe, utopía e identidad


POR RUBEN MORETA

El vaivén de hombres y mujeres en tierras antillanas en la historia temprana del Caribe fue sembrando arraigo y forjando una identidad.

Este movimiento humano en todo el arco caribeño de igneris, caribes y tainos los fue convirtiendo en dueños de estas desamparadas tierras insulares, que por su estratégica ubicación geográfica, fueron botín de los colonizadores europeos a partir del 1492, en el marco del frenesí colonialista de las potencias del viejo mundo. 

Las islas del caribe fueron el epicentro de la cruenta conquista continental americana, a tal grado que esta zona pasó a convertirse en escenario de las confrontaciones geopolíticas de las potencias occidentales, que trajeron dolores, sangre,  exterminio y fusión etnica.  

Como efecto de la nueva lógica de desculturación que impuso Europa en las Antillas, sobresale como expresión de resistencia, acercamientos intracaribeños muy importantes.  Solo destacar la migración de nuestra isla a Cuba del intrépido Hatuey, quien después de salvar milagrosamente su vida en la Matanza del Jaragua,  ascendió a ocupar un sitial preminente en la resistencia aborigen del siglo XVI en la isla mayor del caribe.

En el siglo XIX, se despiertan los aires de independencia y libertad de los pueblos latinoamericanos.  Frente a los destierros y persecuciones que padecieron los luchadores por la emancipación política, el Caribe fue escenario de solidaridad, apoyo y de fraternidad recíproca para todos los que fueron víctimas de desarraigos por sus ideas. 

En diferentes momentos, los revolucionarios dominicanos  Juan Pablo Duarte, Francisco Sánchez del Rosario, Gregorio Luperón y muchos otros van a encontrar refugio, identificación y solidaridad en suelos antillanos.  De igual forma, patriotas independentistas de otras islas encontraron en Santo Domingo, similar fraternidad, porque  en los últimos cinco siglos, el caribe ha sido espacio identitario único, que ha cobijado las utopías  de estos pueblos.

De manera específica, los vínculos de Puerto Rico y República Dominicana a lo largo de la historia son sobresalientes.  Por ejemplo, el sembrador de la semilla de la libertad de Puerto Rico, el prócer Ramón Emeterio Betances entre los años 1861 al 1872 se paseó por los territorios de Santo Domingo, Cuba, Haití y Saint Thomas,  gestionando  apoyo para concretar la utopía de la libertad de Puerto Rico y de construcción de una Confederación de las Antillas Libres. 

Exiliado político en 1861, Betances entabló sólidas relaciones de amistad con el General Gregorio Luperón, con  Fernando Arturo de Meriño y muchos otros liberales de la época. Aquí vivió este padre de la patria de Puerto Rico, adquirió propiedades y llegó a construir familia.

En momentos en que peligraba nuestra independencia, el mismo Betances se reunió con Luperón en Saint Thomas, para darle su apoyo en su lucha contra el caudillo Buenaventura Báez, que planeaba la anexión de nuestra República a los Estados Unidos.

Otro ilustre prócer, luchador abolicionista puertorriqueño, que precedió la obra  pedagógica de Hostos en nuestro país, fue el brillante educador, político y periodista liberal Román Baldorioty de Castro, quien enseñó en Santo Domingo Ciencias Físicas y Naturales entre 1876 al 1878.  Fueron discípulos de este notable boricua José Pantaleón Castillo,  Francisco Henríquez y Carvajal y otros notables jóvenes dominicanos.

Un caribeño singular fue Don Eugenio María de Hostos, el más ínclito de los educadores de américa.  La obra pedagógica y revolucionaria de este prohombre puertorriqueño es icónica.  Su existencia estuvo marcada por la adversidad, debiendo vivir en un permanente peregrinar por Estados Unidos, España, Chile, Venezuela, Perú, Argentina y  la Republica Dominicana.  En estos países, el Maestro concretará un fértil ejercicio pedagógico, filosófico, periodístico, político y patriótico, equiparable a la de los grandes próceres latinoamericanos.

El insigne Maestro visitó y/o vivió en cuatro ocasiones en la República Dominicana, erigiéndose en el apóstol de la iluminación dominicana; el pedagogo rebelde; el sociólogo impulsor del cambio político y cultural y el filósofo del compromiso con la libertad e independencia de los pueblos del caribe y de toda américa.

En la guerra independentista cubana va a sobresalir -blandiendo su machete en las llanuras-, un sureño inmortal, el Generalísimo Máximo Gómez, quien con mucha experiencia militar obtenida en gestas patrióticas en defensa de la dominicanidad, como en la Batalla de Santomé, acaecida el 22 de Diciembre del 1855, en San Juan de la Maguana, acompañará a José Martí a consumar la Independencia de Cuba. 

Jamaica recibió con los brazos abiertos en 1815 al  Libertador Simón Bolívar.  Es en esta isla donde plasma conceptualmente gran parte de su pensamiento revolucionario y Haití indicará el camino de la libertad de Latinoamérica, destruyendo el aparato esclavista, el comercio humano de negros e imponiendo la libertad de los hombres.

Haití, además de fuente de inspiración para los pueblos americanos en su lucha anticolonial, será un terruño solidario para los libertadores Francisco de Miranda en 1806 y Simón Bolívar 1816, a quienes les brindó apoyo para su proyecto de independencia de la Gran Colombia. 

Este pueblo, hoy diezmado por la miseria material, tuvo momentos luminosos, como el del prócer Alexandre Petión, quien le organizó a Bolívar la “Expedición de Los Cayos” en 1816, dotándolo de barcos, armas, cientos de combatientes y recursos financieros, con lo cual pudo reemprender  su proyecto emancipador sudamericano.  Asimismo, Haití en el 1816 ofreció ayuda a la independencia de México, a través del general Francisco Javier Mina.

También, Haití será un pueblo solidario con los patriotas restauradores de la República Dominicana, permitiendo su territorio para la movilidad y escondite de los que combatían a los dominadores españoles, tras la infeliz anexión decretada por el hatero  Pedro Santana en el 1861, elemento que no se enseña en las escuelas dominicanas.  De Haití, lo único que resalta nuestro sistema escolar son las tensiones y episodios que nos han lacerado, nunca los acercamientos y solidaridad que ha habido entre ambos pueblos.
El autor es Profesor UASD.

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