OPINIÓN; Más mujeres viajeras


POR RUBEN MORETA

En los últimos veinticinco años, por efecto de la pobreza y marginalidad social, las migraciones contemporáneas de mujeres se extendieron a casi todo el suroeste de la República Dominicana.  En la provincia de San Juan,  el fenómeno no solo se produjo en el municipio de Juan de Herrera, sino que  hubo oleadas migratorias importantes desde Vallejuelo, las Matas de Farfán y del propio municipio  capital de la provincia.

En el caso de la provincia de Barahona hubo flujos sobresalientes hacia Europa, en especial, en los municipios de Vicente Noble, Uvilla y Tamaño. En Vicente Noble, fue donde  comenzó en la década  del setenta: una orden religiosa administraba el Colegio-Liceo Fundación San José y Virgen del Carmen de esa comunidad sureña.  Debido al nivel de pobreza de esos pobladores,  las religiosas procedieron a enviar a España, especialmente a Madrid,  a mujeres para trabajar en oficios domésticos.

Al llegar a Europa, las monjas la ayudaban a gestionar trabajos domésticos.  Estas migrantes, después que regularizaban su situación migratoria, procedían  a “pedir” a sus demás familiares y/o a enviar remesas y a construir lujosas viviendas.

En Vicente Noble hay una ostentosa transformación arquitectónica, con viviendas suntuosas levantadas por las viajeras.

En la provincia de Azua se produjeron migraciones femeninas destacadas, especialmente en el municipio de Sabana Yegua, con gran impacto socioeconómico, traducido en  movilidad  familiar, urbanismo, transformación de las ciudades, entre otros elementos. 

Las viajeras generaron también una migración rural-urbana importante, porque trajeron a vivir a la ciudad a sus familiares, abandonando la zona rural donde residían.

Las migraciones provocaron una fragmentación familiar, porque muchas debieron dejar, por periodos prolongados, a sus hijos al cuidado de terceros (abuelos, tías, madrinas, vecinas y a veces solos).  Muchas de estas mujeres, durante anos, no han podido retornar y solo se comunican con sus familiares por la vía telefónica o las redes sociales. 

Una parte de los hijos/as de las migrantes, al no estar bajo el control directo de sus padres, abandonan de forma precoz los estudios.  Asimismo, los hijos migrantes de las viajeras también se enfrentan a un shock cultural, al llegar a un país con normas y estilo de vida disímil.  El primer factor adverso para estos nuevos migrantes es el idioma, cuya comprensión y aprendizaje en muchos casos le resulta dificultoso.

Muchos niños y adolescentes tienen malos resultados escolares en los países donde llegan, por no poder encuadrar con el nuevo sistema de enseñanza a que se enfrentan, comenzando con la barrera idiomática, por lo que abandonan la escuela para dedicarse a trabajar.

La migración les proporciono a las mujeres viajeras un cambio socioeconómico notable. Empujadas por la pobreza encontraron en Europa un oasis y han logrado sortear las más brutales y adversas  situaciones.

Han logrado adaptarse a las complicadas condiciones climatológicas. El prolongado frio ha sido domado por estas mujeres provenientes de un país tropical, dueño de un radiante sol los doce meses del año.

La crisis económica que sacude a Europa en los últimos cinco años, ha aminorado la migración hacia el viejo continente. Incluso, muchas viajeras han tenido que retornar flageladas por la crisis.

Muchas con las que he conversado, en el marco de esta investigación etnológica,  me han confesado que esperan la superación de los problemas económicos del viejo continente para volverse a marchar.

Le he razonado que es mejor quedarse en su pueblo y en su país.  Pero una de ellas, con tono enfático me respondió: Profesor, por su mejoría, cualquiera a su casa dejaría.

El autor es Profesor UASD.

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