ARTICULO: Guerras Contemporáneas y Dominación Mundial
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Por Rubén Moreta
El actual es el mundo de la guerra. El bisoño siglo XXI se devela como una centuria que podría establecer record de conflagraciones sangrientas, por el obcecado interés de imponer un universalismo político pro occidental. Europa y en especial el medio oriente son el teatro de las tensiones, conflictos y operaciones bélicas, que retratan un intrincado mundo, donde la paz parece inalcanzable y la guerra –macabra y cruel- la única salida por los dominadores.
Los dos primeros decenios del siglo XXI dibujan un mundo con los mismos ribetes de la convulsa Era Medieval (siglos V al XV), etapa que dominaron políticamente los romanos, gestionando el imperio de mayor fortaleza y duración en la historia de la humanidad.
El imperio Romano preconizaba la guerra como forma de lograr la expansión del poder y control geopolítico. Dos gobernantes medievales, con su praxis evidencian y describen este paradigma: Carlomagno y Otón Primero. Ambos fueron dos varones de la guerra implacables. El primero –Carlomagno-, en la segunda mitad del Siglo VIII, en su frenesí belicista, conquistó los territorios del oriente, noreste y sureste de Europa y Asia y logró restaurar el imperio romano. Y el segundo -Otón Primero-, en el siglo X, vuelve a restablecer la unidad del imperio a través de la guerra, imponiendo las bases del Sacro Imperio Romano Germánico.
Al Igual que la Roma medieval, hoy las grandes potencias siguen promoviendo la guerra para ampliar su hegemonía, y la industria militar es el gran motor de sus economías. Más concretamente, con poses estilizadas, asistimos a una era de control por una élite de países, dominados por una oligarquía económica, quienes trazan las líneas generales del dominio mundial. Ahora el control es ejercido a través de los medios de comunicación, en especial la televisión y el internet, plataformas a través de las cuales se instrumentalizan los designios de estos señores del poder universal y amos de la guerra.
En la actualidad subyace una búsqueda por construir un universalismo político, pero a través de la imposición de una “democracia representativa” occidental, con plena libertad de elección popular, libre expresión, derecho a protesta, libre circulación y valores culturales-religiosos “moderados y sensatos”, concebidos desde la lógica de los dominadores occidentales. No se toma en cuenta la construcción cultural local-nacional, sino el determinismo de la supuesta pertinencia y validez del modelo sociopolítico occidental.
Durante este nuevo siglo XXI hemos sido testigos de las formas de concreción de esta lógica de violencia planetaria. Por ejemplo: el paradigma de “guerra preventiva” de George Bush, que desató la Guerra de Afganistán, en el año de 2001 persiguiendo supuestamente a Bin Laden, y la Guerra de Irak en marzo del 2003, en busca de supuestos almacenes de armas de destrucción masiva, que nunca se hallaron porque nunca existieron, y que provocaron de 151,000 a 1,220,580 muertos, la mayoría civiles inocentes.
Y seguimos viendo la religión actuar como sombrilla de todo este proceso sangriento de ayer y hoy. Ayer Carlomagno usó hábilmente la religión en sus propósitos de guerra e imposición de su conquista, definiéndose como “enviado de Dios” e introduciendo el concepto de “monarquía de derecho divino”. Igualmente, George W. Bush justificó, primero, la Guerra de Afganistán y luego la de Irak, también con consignas religiosas cristianas, tras afirmar que se trataba del enfrentamiento del bien –representado por los Estados Unidos y occidente- contra el mal, la amenaza terrorista, que supuestamente representaban Bin Laden y Saddam Hussein, respecivamente, y el mundo islámico.
En Afganistán los Estados Unidos debió sacar su ejército sin poder extirpar los grupos de Al kaeda. Irak fue otro revés, en especial para Washington. El fracaso de Estados Unidos en la guerra de Irak fue admitido por el Presidente George Busch en diciembre del 2005, cuando expresó: “Es verdad que mucha de la información de los servicios de inteligencia ha resultado ser equivocada. Como Presidente, soy responsable por haber ido a Irak”.
El otro experimento bélico en 2010 fue “La Primavera Árabe”, que mercadeando al mundo el supuesto poder de las “redes sociales”, por su supuesta influencia y gravitación se “vinieron abajo” los regímenes de Túnez, Egipto y Libia.
En Siria, las fauces devoradoras de la “primavera árabe” no lograron derribar al Presidente Bashar Assad, por el apoyo de Rusia y China, y ciertamente hay que decir, por el apoyo de una mayoría del pueblo. Pero la caída de estos regímenes totalitarios en los países protagonistas de la primavera árabe, no han representado la panacea. Por el contrario, internamente los conflictos intertribales e interétnicos no cesan en los mismos.
La imposición del paradigma de universalismo político occidental se decreta a los países del mundo como de aceptación obligada. Pero al parecer algo ha fallado, porque en el caso de Egipto, con la toma del poder de los Hermanos Musulmanes, el experimento estuvo a punto de fracasar. Debieron destronar al Presidente Mohamed Mursi, encarcelarlo y condenar masivamente a sus seguidores a penas apremiantes.
En Croacia intentaron experimentar e imponer el modelo, destronando al Presidente Viktor Yanukovich en febrero del 2014, pero Rusia, como criada respondona, reaccionó enérgicamente apelando a elementos étnicos, explotando a su favor la ascendencia rusa de poblados enteros en Croacia. Ese “nacionalismo ruso” ha generado una guerra de secesión, que amenazó con dividir en tres o cuatro pedazos a Croacia. El Este de ese país –de mayoría pro rusa-ardió en guerra civil.
La reacción de la Rusia de Vladimir Putin frente a Croacia y su activa participación en Siria en favor del Presidente Assad, y la forma como manejan sus fichas en el tablero eurasiático, evidenció que ellos -Rusia- están de vuelta en la escena geopolítica, decididos a reconquistar su espacio en la gobernanza del planeta, queriendo recomponer el carácter bipolar del mundo, como lo lograron en la segunda mitad del siglo XX, durante la Guerra Fría.
En fin, el mundo camina hacia atrás, hacia un neomedievalismo, caracterizado por la tensión oriente-occidente, la guerra y la confrontación, tratando de imponer un proyecto de universalismo político pro occidental.
El autor es Profesor UASD.
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