Pepe Mujica, el guerrillero que llegó a ser presidente de Uruguay y marcó a toda Latinoamérica
ARCHIVO - El expresidente uruguayo José "Pepe" Mujica hace una pausa durante una entrevista en Montevideo, Uruguay, el 22 de julio de 2023. (Foto AP/Natacha Pisarenko, Archivo) /
URUGUAY.- Vestido con un viejo jogging azul y una campera desgastada, el guardia salió de una construcción de hormigón que no era más grande que un ómnibus, con ventanas chiquitas y ubicada a escasos metros de la entrada a la chacra de Rincón del Cerro. “Venimos a hacerle una entrevista al expresidente”, dijo uno de nosotros, y él, con una sonrisa austera, pidió unos minutos. No demoró ni 10 segundos y nos dijo que pasáramos.
Dentro de lo que oficiaba de garita de seguridad, de camisa verde manchada con algo que parecía ser aceite, con los pantalones arremangados hasta la pantorrilla y sentado en una silla, estaba quien había sido el jefe de Estado latinoamericano más famoso del mundo, al que habían comparado con un rockstar, quien había inspirado decenas de libros y sus correspondientes traducciones, al que Kusturica le había hecho una película, y quien en Uruguay, puertas adentro, había sido —y aún era— celebrado y resistido.
Allí estaba José Mujica, el de la regulación del aborto y la marihuana, el de la fallida planta regasificadora de Gas Sayago y el trunco proyecto Aratirí, el del Plan Juntos y la UTEC (Universidad Tecnológica), el de la escandalosa liquidación de Pluna y también el del matrimonio igualitario. El guerrillero devenido en demócrata que, al principio subestimado por la oposición, logró ganar con amplio margen las elecciones de 2009 y movió los hilos de la política uruguaya hasta sus útimas horas con destreza singular, generando amor y desamor — más simpatía que antipatía, según una encuesta del 2023—, pero nunca indiferencia.
Era octubre de 2020, plena pandemia, y ahí estaba Mujica, con las piernas bien abiertas, casi formando 180 grados. “Lo único que les voy a pedir es que no le digan a Lucía que ando fumando”, nos dijo mostrando un cigarrillo armado, y así rompió el hielo. Fue ameno. Solía serlo en este tipo de instancias. En la hora y media restante de esta, la penúltima entrevista que le dio a El País —la última fue en noviembre de 2024, a una semana del balotaje—, el entonces exmandatario hablaría de varios temas: su gobierno, la derrota del Frente Amplio en 2019, la irrupción de Cabildo Abierto en el mapa político nacional, Gas Sayago, la regulación de la marihuana, la renovación de la izquierda, Yamandú Orsi —a quien llevó de la mano hasta el poder— y Carolina Cosse —a quien le soltó la mano tras su derrota en las internas de 2019. También se referiría a su renuncia al Parlamento, la que sucedería tres días después de la publicación del reportaje y en la que hablaría de la importancia de no generar una “grieta” entre uruguayos. De todas maneras, durante la charla con El País, diría a su manera que su relación con el presidente Luis Lacalle Pou no era buena, porque eran de “estamentos distintos”.
Las contradicciones serían el leitmotiv de su carrera política. En su juventud danzó entre el anarquismo y el herrerismo, luego fue guerrillero y después llegó al poder apegándose a las reglas de la democracia, a la que definió como uno de los grandes “inventos” de la humanidad, pese a sus “imperfecciones”. Por eso, a la hora de recordar a Mujica la cosa no se pondrá fácil, porque no hay uno solo. Son muchos, y a veces contradictorios.
La búsqueda
—¿Qué estudiaste en la universidad?
—Yo empecé Derecho y después me fui a la mierda. Corrí en bicicleta, me jodí una rodilla, después me enamoré de una botija y tiré la bicicleta al diablo… Y ta, después me dediqué a arreglar el mundo.
Entrevista con CNN en Español, julio de 2022.
Nació el 20 de mayo de 1935 como José Alberto Mujica Cordano, aunque desde muy joven sería para todos Pepe, un apodo que usó para hacer campaña en las elecciones de 2009, cuando la murga Agarrate Catalina cantaba: “Vamos, Pepe, vamos con la gente”. En la clandestinidad, desde 1963 y hasta 1972, cambiaría tanto su nombre como su apodo, y sería Facundo unas veces y Ulpiano, otras.
Su primer barrio fue Paso de la Arena, donde su padre, Demetrio Mujica, había recalado luego de un mal negocio con una estancia en el departamento de Florida. Demetrio murió cuando el expresidente era un escolar. Esto lo obligó a trabajar de chico y lo hizo valiéndose de la herencia del oficio de su padre: se dedicó a plantar y vender flores en ferias vecinales. En verano, solía irse de vacaciones a Colonia Estrella, una localidad cercana a Carmelo, donde la familia de su madre, Lucy Cordano, tenía un campo.
Las más hondas raíces políticas de Mujica eran blancas porque su abuelo materno, Antonio Cordano, era edil herrerista. “Blanco significa una visión federal marcadamente antiimperialista; es haber soportado la guerra contra Inglaterra y Francia; es una definición en los conflictos de la Guerra Grande (…) Es un poco una continuidad —con sesgos más propietaristas— del artiguismo”, dijo Mujica a Alfredo García para su libro Pepe Coloquios, publicado en 2009, el año en que fue electo presidente. En 2020, en la penúltima entrevista que concedió a El País, Mujica amplió este concepto a la luz de lo que veía de los blancos contemporáneos. “El Partido Nacional es hermoso. El problema es que este que hay ahora es un Partido Nacional muy raro, porque es proyanqui, y eso no pega”.
Quien fuera ciclista en su juventud —defendió los colores del club Tomkinson en la disciplina— y cursara el bachillerato en el IAVA, aunque no logró completarlo, reivindicó toda su vida sus orígenes blancos, aunque lo cierto es que la primera vez que votó, en las elecciones de 1954, se volcó por Emilio Frugoni y su Partido Socialista.
Poco después comenzó a trabajar en el Ministerio de Industria, Trabajo y Abastecimiento, bajo las órdenes del entonces legislador nacionalista Enrique Erro. Y llegó a visitar la Unión Soviética y China como representante de la juventud del Partido Nacional. Mujica definió este viaje “como una odisea” por las seis escalas para llegar a destino. Allí conoció a integrantes del gobierno soviético, en ese entonces encabezado por Nikita Kruschev, y al mismísimo Mao Tse Tung. “Fui a la Unión Soviética cuando la gente del partido vivía de gran lujo. En ese momento ya se veía que iba a ganar la democracia, aunque los comunistas no lo podían ver (…) Entrabas a las fábricas y veías las caras de tristeza que tenían los obreros”, declaró Mujica a Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, autores del libro Una oveja negra al poder, editado en 2015.
Desencantado, decidió militar en la Agrupación Reforma Universitaria, la que se definía anarquista, que para él era la ideología que “respetaba en serio la libertad”, porque “el límite es no joder al otro”.
Luego, cuando Erro dejó el Partido Nacional, Mujica fue uno de los fundadores del Movimiento 8 de enero, cuyo nombre se debió al día en que el exministro fue destituido en 1960. Ya para 1962, cuando Erro se unió al Partido Socialista y a la Unión Popular, el segundo presidente de izquierda de la historia del Uruguay fue séptimo como candidato a edil en Montevideo. Esa fue la primera elección en la que se presentó a un cargo y la única que perdió.
Tres décadas más tarde, en 1994, quiso ser diputado y lo fue. En 1999, 2004, 2014 y 2019 se presentó para ser senador, y también lo fue. Y en 2009 ganó la Presidencia. Su lista, la 609, la del Movimiento de Participación Popular (MPP), fue la más votada en las elecciones de 2004 y en todas las nacionales que vinieron después. Sin embargo, Mujica no la tuvo tan fácil a la hora de transmitir sus votos. En 2015 apoyó a Lucía Topolansky para la Intendencia de Montevideo y su esposa perdió. En 2019 impulsó a Cosse para la Presidencia y también perdió. En 2020 su delfín para la comuna capitalina fue el neurocirujano Álvaro Villar y a este le ganó Cosse, ya alejada de sus socios del MPP y gracias al apoyo del Partido Comunista. Pero la gran excepción a todo esto es Orsi, que ganó dos veces las elecciones en Canelones y luego se impuso con margen ante Cosse en las últimas internas de cara a las nacionales de 2024, para luego convertirse —tras un balotaje en el que superó al candidato de la coalición republicana, Álvaro Delgado, con gran ventaja— en presidente de la República.
Los años guerrilleros
—El presidente del directorio del Partido Nacional ha dicho que los tupamaros le deben una disculpa al pueblo uruguayo. ¿Qué opina usted?
—Sí, se la debo. Cuando el pueblo uruguayo nos precisó para pelear en la calle, para enfrentar la dictadura, no estábamos, estábamos en cana. Esa es la disculpa que le doy.
Entrevista con El País, octubre 2020.
El triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959, el estancamiento electoral de la izquierda en 1962, la victoria de ese año de la Unión Blanca Democrática (UBD) —para Mujica, “un grupo más pitucón todavía” que los que lideraban Luis Alberto de Herrera y Benito Nardone en los gobiernos anteriores— y el declive económico del país al inicio de esa década fueron el caldo de cultivo para la formación del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN-T), el que estuvo operando, según el relato del expresidente, desde 1963, cuando democráticamente ostentaba el poder el Consejo Nacional de Gobierno.
“Nos encontrábamos en la etapa de lograr infraestructura, conseguir plata, armas, locales. Incluso, en esa época, ya estaban presos los cañeros Vique, Santana y Castillo (tras un asalto a una sucursal bancaria ubicada en Arascaeta y Rivera). También Jorge Manera y Julio Marenales. Y Raúl Sendic estaba viviendo en la clandestinidad”, recordó Mujica en el libro de Miguel Ángel Campodónico del año 1999 que se titula como su apellido. Allí habla del origen de la guerrilla. “Pero el surgimiento de esos grupos que constituirían el MLN-T no estaba caracterizado por una intención ofensiva, en el sentido de que nos planteáramos la lucha por el poder; más bien se trataba de una actitud defensiva. Se partía de la premisa de que se iba hacia el golpe de Estado, de que cada vez se estaba peor y que nos iban a matar a palos. ¿Cómo defendíamos a los sindicatos, cómo nos defendíamos nosotros mismos? Acá iba a pasar lo mismo que nos indicaba la historia mil veces repetida en América Latina y por lo tanto era hora de que empezáramos a aprender y que consiguiéramos armar la infraestructura que nos defendiera de lo que se nos venía encima. Lo que pasaría después, sería otra historia”.
Esta justificación de Mujica sobre la formación de la guerrilla urbana en Uruguay se contradice con el libro Actas Tupamaras aparecido en Madrid en 1982, que explica de una manera diferente la confluencia de grupos de diversos orígenes en la acción común. Según este documento, el MLN-T surge por cuatro razones: 1) Negación de la posibilidad de acceder al poder por vías pacíficas; 2) Necesidad de la lucha armada y su preparación inmediata; 3) La acción como promotora de conciencia y unidad; 4) La necesidad de definir la línea política propia por la acción afirmativa y no por la negación sistematizada de las ajenas. Como destaca Campodónico, “en ninguno de los cuatro puntos se hace mención a la necesidad de defenderse de las consecuencias de un golpe de Estado”.
El “nervio común” de los grupos que formaron el MLN-T fue el apoyo a los cañeros que, liderados por Sendic, exintegrante del Partido Socialista, habían fundado en 1961 la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA), marchado hacia Montevideo en reclamo del cumplimiento de la ley de ocho horas, entre otros planteos, y siendo reprimidos por la Policía.
Los tupamaros hicieron su primer atraco en agosto de 1963, con el robo de 30 armas y 4.000 balas del Club de Tiro Suizo en Nueva Helvecia. Mujica cayó preso por primera vez un año después, en un asalto frustrado a la empresa textil Sudamtex en Montevideo. Otro tupamaro, Eleuterio Fernández Huidobro, quien luego sería su ministro de Defensa, recordaría que “en tanto no se conocía la existencia de la organización, (…) tuvo que hacerle creer a la Policía que era un ladrón común que había actuado por las de él”.
“Mi primera cana no la relacionaron con nada político. Eso sí, igual me molieron a palos”, contó el expresidente. Ocho meses después, al salir de la cárcel de Miguelete, siguió trabajando la tierra, dedicado a la producción de gladiolos. Se convirtió así en un militante que, desde la legalidad, sostenía con sigilo el vínculo con quienes ya estaban, como Sendic, en la clandestinidad. El movimiento construyó “cárceles del pueblo”, donde retuvo a quienes secuestraba, y “tatuceras”. Por descubrir uno de estos escondites bajo tierra, sus integrantes ejecutaron en diciembre de 1971 al peón rural Pascasio Báez en el departamento de Maldonado. También fue raptado y asesinado el agente norteamericano Dan Mitrione. Los guerrilleros cometieron otros crímenes, realizaron atentados con bombas y copamientos de medios de prensa. Mujica llegó a relatar que, aún en la legalidad, participó de operaciones y dio apoyo al secuestro del político colorado Ulysses Pereira Reverbel.
“A partir del 22 de diciembre de 1966, cuando se produjo el primer enfrentamiento entre tupamaros y policías, la organización tomó estado público y se transformó en objeto de vigilancia de los servicios de inteligencia del Estado”, sostiene un informe de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente de Presidencia.
Fernández Huidobro estimaba que el fracaso de la guerrilla se debió a su crecimiento. “Una organización clandestina, cuanto más chica, mejor”, planteaba. A pesar de que el MLN-T estaba estructurado en una dirección y columnas, compartimentado para lograr la necesaria preservación del movimiento aunque algún sector cayera, “una adaptación criolla del modelo que habían desarrollado los argelinos”, la llamada “saturación” de la organización atentó contra su continuidad. Donde la Policía tocaba, encontraba vínculos con el MLN-T. Mujica estima que en 1970 o 1971 los guerrilleros tendrían “tocadas directamente a más de 5.000 personas, con un área de influencia en todos los sectores que debía andar en las 30.000 personas”.
Pepe pasó a la clandestinidad en 1969, luego de que la Policía encontrara en un allanamiento dos ametralladoras que había escondido en casa de un amigo en el Cerro de Montevideo. El 8 de octubre de ese año participó de la toma de la ciudad de Pando, luego se enfrentó a la Policía a balazos, fue herido gravemente, supo huir por las cloacas de Montevideo, se fugó dos veces de la cárcel de Punta Carretas y estuvo preso 13 años en condiciones infrahumanas, lo que lo marcó para el resto de su vida y su carrera política.
La liberación y la democracia
He pasado de todo en la vida. Estar seis meses atado con alambres, con las manos en la espalda. Irme de cuerpo, por no aguantar en un camión y estar así dos días, o tres. Estar dos años sin que me llevaran a bañar, y tener que bañarme con un frasco, con una tasa de agua y un pañuelo. He pasado de todo. Pero no le tengo odio a nadie. Y hay algo que quiero decirle a los jóvenes: triunfar en la vida no es ganar, es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae.
Discurso el día de su renuncia al Parlamento, octubre de 2020.
Mujica era uno de los nueve integrantes de la dirección del MLN rehenes del régimen cívico militar y estaba preso en el cuartel de Treinta y Tres cuando fue trasladado a Paso de los Toros. Desde allí, lo retornaron al Penal de Libertad, señal ineludible de que la dictadura estaba flaqueando. En esa cárcel, primero estuvieron aislados, pero luego los habilitaron a compartir celda de a dos, y entonces les empezó a llegar información a través de “papelitos” de compañeros sobre movimientos que desconocían, como el “seispuntismo”, una corriente emergida del MLN, creada en ese penal en 1978, cuyos seis puntos programáticos eran: la vigencia del MLN, la reivindicación de la dirección histórica del MLN, la vigencia de la lucha armada, la alianza con el Partido Comunista, Cuba como vanguardia de la lucha revolucionaria en América, y la Unión Soviética vanguardia de la lucha mundial por el socialismo. “Nos dimos cuenta que había hondísimas fracturas. Lo que pudimos fuimos mascullando entre nosotros poco a poco”, contó Mujica a Mario Mazzeo, periodista y tupamaro, para el libro Charlando con Pepe Mujica, publicado en el año 2002.
El 15 de marzo de 1985, dos semanas después de que Julio María Sanguinetti iniciara su mandato y de que se reinstalara así en el poder un gobierno democrático, los rehenes fueron liberados y todos, salvo dos —Adolfo Wasem, que había muerto cuatro meses antes, y Raúl Sendic, que buscaba recomponer la relación con sus hijos—, dieron sentados una histórica rueda de prensa que fue transmitida por los canales de televisión. El vocero de la dirección del MLN-T fue Fernández Huidobro, que planteó la tríada por la que seguirían militando: “Primero, expropiación de todas las tierras en poder de particulares que excedan las 2.500 hectáreas; segundo, expropiación de toda la banca que maneja el ahorro de los uruguayos; tercero, el no pago de la deuda externa contraída por la dictadura entre los años 1973 y 1985”.
Mujica había recuperado la libertad con “la idea fija de la chacra” y una misión: “Salí de la cárcel para militar, ya que traía el cometido de encontrar un local en el cual nos pudiéramos reunir los compañeros. Y conseguí el de los Conventuales. De modo que, a la media hora de quedar en libertad, ya estaba militando”. Dos días después, daría su primer discurso público en el Platense Patín Club, “un boniato totalmente improvisado”, como diría años más tarde, una pieza de oratoria con conceptos sobre los que volvería durante décadas, que lo alejaría del “seispuntismo”.
“Este pueblo se ha transformado y mucho. Y el que no lo interprete pierde el tren (…) No venimos a llorar nuestros dolores ni nuestras penas, simplemente a dejar bien clarito que el puñado de viejos que van quedando tiene nítidamente claro que apenas es un palito, que debe funcionar para que la colmena se aglomere en rededor; lo esencial no es el palito, sino la colmena”, dijo, sentado en una silla, en aquel acto fundacional. “No acompaño el camino del odio, ni aún hacia aquellos que tuvieron bajezas sobre nosotros; el odio no construye (…) Vamos a salir en la medida que nos den las fuerzas, a caminar por la calle, a tomar un poco de mate con los muchachos por las esquinas, a conversar con la gente de las fábricas con el mismo espíritu con que fuimos, allá por el año 66, a reclutar el primer grupo de estudiantes que debajo de sus portafolios, de sus reglas, llevaban puñaditos de sueños (…) Solo una actitud democrática permitirá una maduración política masiva de esa inmensa potencialidad; hay que ser democráticos, tremendamente democráticos”, planteó.
Además, reivindicó a “los dos viejos partidos tradicionales”, dijo que despreciarlos sería desconocer “la esencia de este país”, se definió “blanco” y ponderó a José Batlle y Ordóñez como “el hombre más importante de la historia nacional (…) tal vez muy después de don José Artigas”.
Aquel encuentro sirvió para que los tupamaros hicieran “finanzas”, una colecta que les dio “los primeros pesos” tras la recuperación de la libertad. Mujica destacaría luego que “tan grave como la derrota militar es la política, que siempre sucede a la primera”, y que lo que lograron por aquellas horas fue evitar “la atomización” que destruye a las organizaciones. Decididos a militar en la legalidad, los tupamaros organizaron entonces asambleas callejeras, las llamadas “mateadas”, instrumento aún vigente.
Campodónico recuerda que “los hechos que dieron lugar” al nacimiento del MPP, creado a iniciativa del MLN-T, “se precipitaron a partir de la muerte de Raúl Sendic, quien nunca fue muy partidario de la creación de un partido político”. El 28 de abril de 1989 falleció el líder y fundador del MLN-T, y el 18 de mayo se realizó la primera convocatoria pública al acuerdo político que dio vida al MPP, integrado por el MLN-T, el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), el Movimiento Revolucionario Oriental (MRO) y un grupo de independientes.
El 20 de mayo de 1989 el Frente Amplio aprobó el ingreso del MLN-T y el 25 de junio de ese año se realizó la elección de la dirección del MPP. Nacía así el movimiento político más importante, en términos electorales, del siglo XXI en Uruguay, el que aportaría la mayor cantidad de votos para llevar a la coalición de izquierda por primera vez en la historia al gobierno nacional.
El legislador y el presidente
Los uruguayos somos medio atorrantes, no nos gusta tanto trabajar. (...) Nadie se muere por exceso de trabajo, pero no es un país corrupto, somos un país decente.
Durante una visita oficial a España, mayo de 2013.
En agosto de 1994, Mujica fue uno de los convocantes a una manifestación frente al Hospital Filtro en contra de la extradición —que había sido solicitada por España y que ya contaba con el aval de la Suprema Corte de Justicia— de tres miembros de la organización terrorista ETA. La protesta devino en una batalla campal que terminó con un manifestante muerto por disparos de la Policía y decenas de heridos. El vínculo entre la ETA y el MLN quedaría en evidencia y sería confirmado años después por otro histórico guerrillero, Jorge Zabalza, que también confesaría que los organizadores de la protesta —entre los que estaba él— se disponían a evitar la extradición de los terroristas —que habían sido internados en el Filtro luego de realizar una huelga de hambre— y que contaban con un ómnibus con cócteles molotov. Este hecho, según sostiene el periodista Mauricio Rabuffetti en su libro José Mujica: La Revolución Tranquila, sumado a la muerte de Sendic, fue clave en la determinación del expresidente y de Fernández Huidobro de convertirse en “políticos tradicionales” y trabajar para crecer dentro de la “alternativa electoral”.
El camino hacia la democracia, propuesto por Mujica en marzo de 1985, en su primer discurso, y la propuesta electoral, que implicaban iniciar un recorrido hacia planteos más moderados, empezaron a dejar profundas heridas en el MPP. En 1992 el MRO dejó la agrupación dando cuenta de que se estaba traicionando el plan de Sendic de llevar adelante una reforma agraria expropiando tierras, de no pagar la deuda externa y de nacionalizar la banca. En 1994 se fue el PVP y la sangría continuó hasta 1996, con la salida de todos los grupos menos el MLN, que sigue siendo el corazón del MPP hasta el día de hoy.
Elegir el camino democrático le trajo frutos al sector político formado por exguerrilleros. Hasta llegar al triunfo de Mujica en 2009, el crecimiento del MPP fue exponencial. En las elecciones de 1994, el sector fue el 7,2% del Frente Amplio y consiguió una banca en el Senado, ocupada por Helios Sarthou, y dos en Diputados, que fueron las de Marcos Abelenda y Mujica; en 2009 los senadores electos serían seis y los diputados 21 —el récord, sin embargo, lo consiguió en 2024, en la última elección, cuando la 609 obtuvo 9 de las 16 bancas del Frente Amplio en la cámara alta, y 36 de 48 en la de Representantes.
Desde el Parlamento, Mujica se encargó de tender puentes, promoviendo el proyecto democrático y militando fuertemente en espacios donde la izquierda no lograba entrar, como ser el interior del país y en algunos barrios capitalinos que sentían clara preferencia por los partidos tradicionales. El hecho de aparecerse en una vespa o en su fusca en el Parlamento, su manera particular de hablar y debatir, su perra de tres patas, su atrapante historia de vida y sobre todo la carga de los votos, lo convirtieron en uno de los líderes del Frente Amplio. En su primer gobierno, Tabaré Vázquez lo nombró ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, cargo que desempeñó sin grandes luces ni grandes sombras, y al que renunció en 2008 para empezar a peregrinar rumbo a una interna en la que la coalición de izquierda se polarizaría como nunca: con Mujica en un rincón y el entonces ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, en el otro.
Para acompañarlo en este recorrido, Mujica eligió al publicista Francisco Vernazza, quien en 2023, en entrevista con El País, contó las claves de su estrategia: “El intento de la campaña era mostrar la mayor continuidad posible. Cuando se terminó la interna, Pepe y yo nos abrazamos a Danilo. Le dije: ‘De acá no te despegás’. Pepe nunca aparecía solo. Salvo por algunas trampas que me hacían las fracciones, no había carteles que dijeran ‘Pepe presidente’; decían: ‘Mujica-Astori’”. De hecho, la publicidad de Agarrate Catalina, que cantaba el pegadizo jingle “vamos, Pepe, vamos con la gente”, se emitió muy pocos días en televisión y luego se levantó.
La semana posterior a la interna de 2009 fue dura para el Frente Amplio, puesto que Astori no confirmaba si aceptaba o no ir por la vicepresidencia y se mantenía en silencio encerrado en su casa del barrio Malvín. Tras los muchos dardos lanzados en la campaña, la negociación fue ardua e incluso debió intervenir el entonces presidente Vázquez para convencer a quien había llevado las riendas de la economía durante todo su gobierno. Luego de que diera el sí, la campaña —con un Mujica de traje y camisa, pero sin corbata, la única condición que le puso a Vernazza, de quien aceptó todos sus otros consejos— fue ejemplar en términos de unidad, y el Frente Amplio se impuso con casi 48% en primera vuelta, obteniendo la mayoría parlamentaria, y con el 54,6% en el balotaje.
En su discurso el 1° de marzo de 2010 ante la Asamblea General, Mujica diría algo que le sería recordado por la oposición durante todo su período de gobierno: “Educación, educación, educación”. El extupamaro había llegado con el plan de reformar el sistema, dándole autonomía a la UTU, arrancarla de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), convirtiéndola en un organismo que hiciera foco en las necesidades de cada región, pero los sindicatos se resistieron y así fue que nació, como alternativa, la Universidad Tecnológica (UTEC). “No me la llevaron”, diría Mujica en su momento, y desde entonces endurecería su discurso ante los sindicatos de la educación. En Una oveja negra al poder, publicado a la salida de su gobierno, llegó a declarar: “Hay que juntarse y hacer mierda a los sindicatos de la educación”.
A nivel ideológico, su administración estuvo marcada por la agenda de derechos, a la que Mujica poco se había referido antes, pero a la que dio su apoyo ante propuestas que partían de otros sectores del Frente Amplio. Así, en 2012 se aprobó la interrupción voluntaria del embarazo —lo que el Parlamento ya había votado en el gobierno anterior, pero había sido vetado por Vázquez— y, en 2013, el matrimonio igualitario. En 2012, también, se había votado la regulación del mercado de la marihuana, permitiendo el autocultivo, los clubes cannábicos y la venta en farmacias con control del Estado. La medida fue una de las 15 que se tomaron tras varios hechos delictivos que generaron alarma pública.
Mujica asumió el gobierno con intenciones de generar políticas públicas, pero varias de sus ideas —como su plan para la UTU— quedaron por el camino. Es el caso de la fallida reforma del Estado, donde también se encontró con los escollos que imponían los sindicatos. Impulsó el Plan Juntos, que intentado sortear la burocracia lo hizo funcionar en la órbita de Presidencia y no del Ministerio de Vivienda, lo que Vázquez luego modificó. Con aportes de organizaciones no gubernamentales, donaciones de privados y el trabajo de los beneficiarios, se construyeron de 2011 a 2014 unas 736 soluciones habitacionales.
También en la administración Mujica se empezó a trabajar en la instalación de la fibra óptica en Uruguay, lo que el expresidente destacó en varias oportunidades, cuando se lo criticaba por Gas Sayago o por caso Pluna, advirtiendo que de lo bueno que había hecho su gobierno nadie hablaba. Gas Sayago dejó, según una auditoría realizada recién por el gobierno de Lacalle Pou en 2021, un agujero de 213 millones de dólares. Astori, que tuvo grandes enfrentamientos con Mujica durante el período 2009-2014, llegó a sostener que el plan, apalancado por el presidente, había sido “un error”. Tampoco prosperó el proyecto de megaminería Aratirí, que operaría en Cerro Chato y Valentines, y que prometía la construcción de un puerto de aguas profundas. Se anunció una inversión de US$ 3.000 millones, la que hubiera sido la más grande de la historia del Uruguay. Sin embargo, tras años de idas y vueltas, la empresa decidió retirarse en 2016.
La era Mujica también estuvo marcada por el cierre de Pluna, por el que el exministro de economía Fernando Lorenzo y el expresidente del Banco República del Uruguay (BROU), Fernando Calloia, fueron condenados luego de participar, en octubre de 2012 —tres meses después de que se anunciara que la compañía dejaba de volar—, del remate de siete aviones para el que se había entregado un aval bancario irregular. El hecho marcó el ritmo de la oposición durante toda la administración Mujica, ya que realizó interpelaciones a distintos jerarcas e incluso presentó una denuncia penal.
En el libro Tabaré Vázquez, compañero del poder, de Sergio Israel, se cita al expresidente diciendo que Mujica le entregó, cuando le devolvió la banda presidencial en 2015, un gobierno en peores condiciones que el que había recibido del colorado Jorge Batlle tras la crisis de 2002. Vázquez luego negó estas declaraciones.
La coyuntura local, no obstante, jamás logró empañar su imagen de la puerta para afuera del Uruguay. Pepe se convirtió en un símbolo de paz a nivel regional, e incluso mundial, por su militancia por la democracia tras su pasado guerrillero y por su cooperación para encontrar una salida pacífica al conflicto con la guerrilla en Colombia. Hasta su nombre se manejó varias veces como candidato a recibir el Premio Nobel de la Paz. Y su discurso de austeridad, que repetía casi como un mantra, se convirtió en un imán que atraía a jerarcas, periodistas y artistas extranjeros: “No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”, repetía y encandilaba.
Mujica cerró su gobierno un 51% de aprobación de su gestión, según Equipos Consultores, y con 63%, según Opción Consultores.
El expresidente y el legado
—¿Cómo querés que te recuerden?
—El recuerdo es una cosa histórica, de historieta... Histórico no hay nada. Pasan los años y no queda ni el polvo. Tengo un árbol que es una secuoya... y abajo tengo enterrada a la perrita Manuela, que me acompañó 22 años. Cuando me muera, me tienen que prender fuego y enterrarme ahí. Te dicen: ‘¿cómo quiere que lo recuerden?’ ¡Vanidad de vanidades! Porque probablemente Amenofis IV debió haber sido un sujeto importante que tuvo 300.000 personas fabricando una tumba durante 20 años, pero ¿quién se acuerda de Amenofis IV?
Entrevista con Associated Press, octubre 2023.
Tras dejar la Presidencia en 2015, Mujica fue senador en las siguientes dos legislaturas, pero la pandemia de covid-19 y la enfermedad inmunológica que padecía desde hacía más de 20 años lo llevaron a renunciar a su banca el 20 de octubre de 2020, en la misma sesión que lo hizo el también expresidente Sanguinetti. El retiro al unísono de ambos líderes sintetiza el espíritu conciliador que cultivó Mujica en los últimos años, en los que ponderó las virtudes de la democracia y las fortalezas institucionales del país sin dejar de lado la contienda, para la que siempre estuvo listo, incluso durante la última campaña de las elecciones internas, cuando planteó en febrero que “Cosse es buenísima, pero no les gana a los blancos, porque no la bancan en el interior”. “Es Pepe; está todo bien, lo queremos mucho”, respondió Cosse antes de ser vencida por el precandidato que Mujica impulsaba, Orsi.
Desde su lugar de exmandatario defendió su gobierno y los de Vázquez, pero también hizo autocrítica. Cuando el déficit hídrico puso en jaque el sistema de abastecimiento de agua potable en la zona metropolitana, Mujica reconoció la falta de inversión durante los gobiernos frenteamplistas. “Se me van a enojar, (pero) nos dormimos todos. Compartamos la responsabilidad (con el actual gobierno). Es mi manera de pensar”, dijo en julio de 2023.
Más que un corpus de ideas, Mujica legó pragmatismo y la necesidad de comunicación con la ciudadanía, aspecto en el que se destacaba, fundamentalmente por su vínculo con el interior del país. El expresidente estaba convencido de que el Frente Amplio perdió las elecciones de 2019 por no forjar lo necesario esa conexión. “No le dimos pelota al interior”, dijo a El País un año después, y agregó: “Cuando este viejo se puso viejo, cuando le costó moverse, nadie le dio pelota al interior. Yo salía los jueves, me tomaba un ómnibus, e iba para todos lados. Conocía todo el país y aprendía con la gente. Se aprende con la gente de campo. El urbanismo del Frente fue un factor que influyó mucho” en la derrota electoral.
Luego de la pérdida del gobierno nacional, su fuerza política puso en foco el interior y desarrolló en 2022 y 2023 la campaña “El Frente Amplio te escucha”, por la que sus dirigentes recorrieron el país para recomponer lazos y recoger insumos para el próximo programa de gobierno. No fue el único recado de Mujica que levantó la dirigencia frenteamplista. A fines de mayo, un mes antes de las elecciones internas, Orsi visitó la chacra del expresidente, con quien dijo que habló de soberanía alimentaria, de la necesidad de potenciar el sector agrícola, el ganadero y el granjero, propuestas que destacó el entonces precandidato en el cierre de su campaña.
La chacra de Rincón del Cerro, donde vivió gran parte de su vida, se convirtió en los últimos años en “un organismo no estatutario del MPP”, llegó a decir a El País el hoy secretario de la Presidencia, Alejandro “Pacha” Sánchez, una de los referentes del MPP. En un ambiente bucólico y austero, Mujica y Topolansky recibieron allí a infinidad de políticos, artistas y periodistas nacionales e internacionales durante décadas. El 26 enero de 2023, dieron la bienvenida a su amigo Luiz Inácio Lula Da Silva, el dirigente foráneo al que se sintió más cercano. Unos días antes, el 1º de enero, Lula había asumido como mandatario, evento al que Lacalle Pou llegó junto a Mujica y Sanguinetti, quienes lo acompañaron en señal de fortaleza institucional y republicana.
Las coincidencias entre el presidente y los exmandatarios en materia internacional se terminan cuando de Venezuela se trata. Durante el primer y el segundo gobierno del Frente Amplio los vínculos de Mujica con Hugo Chávez y Nicolás Maduro fueron profusos y siguen siendo cuestión de debate político. De todas maneras, más allá de los negocios entre Uruguay y Venezuela, a inicios de 2024, tras una oleada de detenciones de activistas y la expulsión del país caribeño de los representantes de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mujica se distanció del régimen venezolano, se sacó la campera que alguna vez lució con la bandera de ese país. “Venezuela tiene un gobierno autoritario que se pasa para el otro lado”, dijo en febrero, y a la pregunta de la prensa sobre si es dictadura, respondió: “¿Qué quiere decir la palabra dictadura? ¿Dónde se origina el concepto dictadura? Era una decisión del Imperio Romano cuando las papas quemaban, que concentraban el poder y se lo daban a un tipo solo, para que mandara. Nada de discrepar ni nada. Orden cerrado porque en momentos de peligro no se puede discutir. Tiene que haber uno que mande. Ahí se inventó la figura de dictador. El de Venezuela es un gobierno autoritario, se lo puede llamar dictador... Llámenlo como quieran”.
Mujica insistió con esta idea en noviembre de 2024 en la última entrevista que concedió a El País: “Lo que me revienta es cuando juegan a la democracia y hacen elecciones. Y, según el resultado, lo altero, hago fraude o me mando una cagada. O una cosa, o la otra. (...) Me refiero a Venezuela, a Nicaragua y a cualquier otro país que haga eso. (...) Yo tenía vínculo con Chávez, que no era lo mismo (que Maduro). Chávez perdió una elección y se la bancó”.
Para la posteridad quedarán algunos de sus discursos, como el de la sesión de Alto Nivel de la ONU sobre Desarrollo Sostenible, conocida como Río+20, de 2012, donde durante 10 minutos y ante representantes de 139 países dijo que “tenemos que revisar nuestra forma de vivir”, porque el hiperconsumismo es el que está agrediendo al planeta y no es ésta una crisis ecológica, sino una crisis política"; o el del año siguiente en la Asamblea General de ONU, cuando desarrolló esa idea durante 45 minutos y planteó que “el mundo requiere a gritos reglas globales que respeten los logros de las ciencias, que abundan pero no gobiernan”.
El 29 de abril de 2024, en una conferencia de prensa, el líder histórico del Frente Amplio anunció que tenía un tumor en el esófago. Tras su muerte, su legado deberá ser sostenido por su esposa, que se ha mantenido al margen de la política en los últimos meses, pero sobre todo por la llamada “barra joven” de dirigentes del MPP que lleva las riendas del sector, con Orsi y Sánchez entre sus principales referentes.
El día que anunció su enfermedad, Muijica dio un mensaje a los más jóvenes: “A las pibas y pibes de este país, transmitirles que la vida es hermosa, pero se gasta y se va (...) El quid de la cuestión en la vida es volver a empezar cada vez que uno cae”.
La enfermedad alejó a Mujica del primer frente de batalla durante la última campaña electoral, pero algunos movimientos puntuales del líder del MPP, como la presentación en política de la hoy senadora Blanca Rodríguez resultaron clave para que el sector consiguiera su mejor votación histórica. A la victoria electoral le siguió una peregrinación de mandatarios de la región, incluso de diferente signo político, hasta la chacra: Lula le entregó el Gran Collar de la Orden Nacional de Cruzeiro do Sul, la máxima condecoración de Brasil, y aseguró, emocionado, que era “la persona más extraordinaria” que había conocido; pero también lo visitaron el presidente de Colombia, Gustavo Petro, y el canciller de Paraguay, Ruben Ramírez Lezcano.
La enfermedad no lo alejó de la polémica hasta casi sus últimas horas. A una semana del balotaje, en entrevista con El País, Mujica definió a Blanca Rodríguez como un “repuesto” en caso de que Cosse no hubiera aceptado ser candidata a vicepresidenta. Y volvió a estar en el ojo de la opinión pública a fines de 2024, luego que Topolansky dijera para el libro Los indomables de Pablo Cohen que hubo quienes “mintieron dentro de la izquierda” en los juicios por delitos cometidos en dictadura, y él la respaldara. “Esas cosas nos constan, sí. No voy a decir que fuera generalizado, pero había gente que salió con mucho rencor y encontraba que era justo eso, por las que pasó. No todos, pero sé que hubo casos”, dijo el exmandatario en una entrevista con el programa radial Fácil Desviarse. Las palabras del matrimonio generaron críticas desde la izquierda y la derecha.
Es que Pepe no pasó indiferente por la vida de los orientales. Militó desde los 14 años hasta los 89, con los que murió. Una encuesta de popularidad de líderes políticos difundida por Equipos Consultores en junio de 2023, con resultado estable en relación a mediciones previas, lo colocó a él y al entonces mandatario Lacalle Pou como las dos personas más conocidas del Uruguay, siendo también el expresidente con el mejor saldo neto entre quienes le tienen simpatía (50%) y quienes antipatía (31%). Mujica ha pasado a ser un tema de conversación eterno, legendario.
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